Tienen su origen en la dinámica propia del Planeta, normalmente los
seres humanos no intervienen en la ocurrencia de estos fenómenos, ni tampoco
está, normalmente, en la capacidad práctica de evitar que se produzcan.
Tradicionalmente,
se clasifica este tipo de amenaza, que afecta a ciudad y campo por igual, en
cuatro tipos:
a)
De origen geotectónico, entre los
que se consideran los sismos, actividad volcánica, desplazamientos verticales y
horizontales de porciones de la tierra, y los tsunamis o maremotos;
b) De origen geomórfico (geodinámico), entre los que se tienen en cuenta
los fenómenos tales como los deslizamientos y avalanchas, hundimientos y la
erosión terrestre y costera;
c) De origen hidrometeorológico o climático,
entre los que se hallan las tormentas tropicales, granizadas, sequías,
tormentas de nieve, oleajes fuertes, incendios espontáneos, etc.;
d) De origen hidrológico, entre los
que se incluyen las inundaciones, desbordamientos, anegamientos y agotamiento
de acuíferos.
Claramente,
este conjunto de amenazas se interrelaciona en el sentido de que una de ellas
puede tener o tiene relación con otras (por ejemplo: sismos y deslizamientos;
lluvias e inundaciones; sequía y agotamiento de acuíferos).
Los que
generan las inundaciones más graves en el país, son generalmente los fenómenos
hidro-metereológicos relacionados con el fenómeno de El Niño, debido al exceso
de precipitaciones. Se pueden distinguir tres tipos de inundaciones (según
INAMHI): las inundaciones por precipitaciones extremas, las inundaciones por
desbordamiento de ríos y las inundaciones por el taponamiento del sistema de
drenaje.
Sobre estos
tipos de fenómenos no hay intervención humana directa o significativa posible.
La gestión
de este tipo de amenaza solamente puede darse por la vía del control de sus
impactos sobre la población (mitigación) o, en algunos casos, como las
inundaciones y lahares volcánicos, por la de impedir su llegada hasta zonas
pobladas (prevención).
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