El
estudio de la dinámica del suelo muestra que sigue un proceso
evolutivo al que son aplicables por completo los conceptos de la
sucesión
ecológica. La formación de un suelo profundo y complejo
requiere, en condiciones naturales, largos períodos de tiempo y el
mínimo de perturbaciones. Donde las circunstancias ambientales son
más favorables, el desarrollo de un suelo a partir de un sustrato
geológico bruto requiere cientos de años, que pueden ser millares
en climas, topografías y litologías menos favorables.
Los
procesos que forman el suelo arrancan con la meteorización
física y química de la roca bruta. Continúa con el primer
establecimiento de una biota, en la que frecuentemente ocupan un
lugar prominente los líquenes,
y el desarrollo de una primera vegetación. El aporte de materia
orgánica pone en marcha la constitución del edafon. Éste está
formado por una comunidad de descomponedores, bacterias y hongos
sobre todo y detritívoros,
como los colémbolos
o los diplópodos,
e incluye también a las raíces de las plantas, con sus micorrizas.
El sistema así formado recicla los nutrientes que circulan por la
cadena
trófica. Los suelos evolucionados, profundos, húmedos y
permeables suelen contar con las lombrices
de tierra, anélidos
oligoguetos comedores de suelo, en su edafón,
lo que a su vez favorece una mejor mezcla de las fracciones orgánica
y mineral y la fertilidad del suelo.
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